Escucho una canción
y recuerdo que yo también era
tardes soleadas con la mirada puesta
en una promesa sin nombre.
Pero mientras eso pasa
afuera alguien agita sus caderas de plástico
y yo debo echarle jabón.
Gritaré fuga al tiempo
que agarro mis libros y me pierdo
un boleto donde sus ojos,
Dios, uno donde su corazón blandito,
eso es lo único que quiero.
sábado, 7 de febrero de 2009
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