jueves, 30 de diciembre de 2010

El sonido de lo desconocido

El sonido de lo desconocido
me despierta.

Hay ángeles cantando en mi espacio
y no son como los de la Biblia.

Mente indefinida y punto gris, aquí hay un amor
tan infinito,
que lo único que hago es cerrar mis llagas.

Por favor, piensa,
podrías atrapar la delicadeza del aroma de sus notas
sembrarlas en la tierra,
esperar el milagro de la resurrección humana.

Ego, cállate y muérete un instante.
Aquella megainteligencia ya existe.
Yo sólo quiero abarcar la música sideral con una sola palabra.

La fragilidad del metal luminoso
jamás había resonado tanto
en mis oídos
ahora hipersaturados de tanta luz melódica.

La luz también se escucha.
La luz también tiene notas.
La luz es un túnel
por el que resuenan lo divino e inexpresable.
Lo inabarcable en cualquier texto
en cualquier cuento
en cualquier poema.

Ojalá pudiera nombrarte.

Se conforma mi cuerpo pesado
con contemplar la posibilidad
de un más allá
exento de toda amargura
antes de que termine
lo que nunca tiene fin.

Y sólo fueron cinco minutos tierra.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Pausa y pauta

Yo tendría memoria
de lo que he hecho.

La escribiría en un pilar de oro y bronce.
Más o menos en este orden:

Mis pecados.
Mis exabruptos.
Los extravíos con los que crucé el mar
de la inquietud poética.
[Poiesis es letra y es creación.
Lo demás es pose y trascendencia histórica].

El hoyo profundo y negro
que fui y en el que nadé
un tercio de este año.

El superyo de una hembra
que está fuera de mis manos:
tanto vuelo se redujo a un pasito
dentro de la escala cósmica...



Qué hastío esculpir efigies narcicistas.

Es mejor el canto a grito abierto
aunque no se sepa muy bien
qué es lo que nos hace cantar
a la del espejo y a mí.

Abro el piano.

Vehemencia, toca esa melodía
que está solamente dentro de mí
y que nunca podré tocar
porque no soy pausa ni pauta.

Luz de todas las lunas,
guárdame otro poco de excentricidad
para recordar el futuro.

Opus

Las hojas no caen más en el piso.
Abriré el piano
para iniciar la danza de la despedida.

sábado, 25 de diciembre de 2010

Puntas

Érase una vez una mujer
tan triste
que sin parar reía.

Quería ser recordada
por la cristalina lluvia
saliendo de su boca.

"La chispa se esparce,
que sean las cenizas
lo que por dentro nos consuma".

Canta en el Blanco, solitaria.

Mira cómo se unen los lazos
en ambas puntas de una misma lengua.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Shalalá

Una copla para esta noche
la-la-lá
cuando todos duermen el sueño de la víspera
sha-la-lá
y yo imagino la virtud entre lo medianamente bello
-mágica conclusión del frappé albino-.

No estoy diciendo nada
la-la-lá
no me importa no decirlo
sha-la-lá.

Lo siento y se refugia en el destello que ahora renace
oh-oh-oh
has regresado, estrella silente
ah-ah-ah
y cantas y me fulminas los espacios tristes del intertexto
sha-la-lá.

Algo revolotea entre mis costillas
oh-oh-oh!
estoy enamorada, sí
y las caras cambian
la-la-lá...
el amor no se crea ni se destruye
sólo se transforma.

martes, 21 de diciembre de 2010

Adiós, Charles Dickens

Charles Dickens puede irse a dormir
a escribir otro cuento navideño
en un país aburrido y lejano.

Navidad, deja tus productos en la puerta.
Ni Oreo ni Diet Coke hicieron mi infancia más feliz
y Barbie sólo me sacó espinillas de frustración.

Aquí no nevará.
Sólo hiela
y sucede en enero.
En realidad no preciso de ello.

Destellos de memorias futuras a escribirse,
dulces que se deshagan en mi boca y en mi vientre,
una ventana para escaparme del odio estando despierta,
eso es lo que más quiero.

Banco de luz

No necesito pronunciar
aquello que te acota.
Tu nombre, por ejemplo.

Esparcido estás en mi vientre;
navegando en mi sangre están las partículas de tu savia;
y tu voz se sienta en mi banco de luz que es mi cabeza.

El sabor de tu boca me llena aún
avasallante
invasor
las horas de mi ola en cresta
que desde ahora ahogan la amargura.

No necesito pronunciar
aquello que te acota.
Tu nombre, por ejemplo.

La alegría llegó a mi villa sin luz
el día que pernoctaste en ella.
La palabra historia ha comenzado
una vez más
y para absolución mía
a partir de tu beso.

Me muevo en la policromía animada:
algo en mí vuelve a nacer.

No necesito pronunciar
aquello que te acota.
Tu nombre, por ejemplo.

Luna

Mira cómo brilla
exacta -como tus besos-
perfecta -como lo que ahora empiezo-
total - como la absolución de mi tristeza en tus manos-
álbea - como el alejamiento de la desgracia
inmensa -como un eco para pensar en tu nuevo nombre-

Estamos en el otro lado de la luna.
Hemos eclipsado con nuestros dedos
aquello que nos dolía.

Todas las estrellas han sido tuyas
desde el momento en que me hiciste parir,
en un grito
y a fuego violáceo,
una galaxia paralela
(donde sólo cabemos los dos).

miércoles, 15 de diciembre de 2010

La Eva del Desierto

Querido ardor a la distancia:

Yo, tu Eva del desierto,
la que comió tu fruto maduro
y fue absuelta del pecado de la amargura y el olvido,
te escribo para contarte
que cada amanecer
recojo uno de mis cabellos
y me coso los labios
guardando el fuego del instante
encarnado por tu efigie.

Que he sido testigo del fluir de las moléculas del vacío
haciendo música entre mis piernas, mi espalda, mi todo.
Se oye un latido:
dos, veinte
cuatro horas más de la jornada.

Me trago la incandescencia
y el estupor de la galaxia entera
callando tu nombre.

Pero al levantarse el índigo,
los hilos se vuelven una madeja:
la sigue lo más recóndito de mí
para no perderme tu silueta nunca;
en mi oscuridad la reinvento
preservando la fragmentación del rojo
y lo escrito aquella noche.

La paz nunca llega. Hay vidrios de ausencia
que en mi sangre irrumpen.
Abro los ojos muy quedito. Mato las lágrimas
haciéndome un insomnio que lucha conmigo
dándole a mis minutos la muerte.

Querido dolor a la distancia,
yo, tu Eva ingenua,
titila entre horas minadas.

Te escribo a media tarde,
antes de volverme rosa ígnea y solitaria
y después de arrastrar el yugo
del sonido del silencio
redoblado por la imposibilidad y tu ausencia.

Tejo un abrigo para esta pena
con cada línea que a la luz no digo.
Maldigo la suerte de ser tan pequeña
y de llegar siempre cuando no soy implorada.

Querido amor a la distancia,
hilvano mis dedos antes que hilvanar las letras de tu nombre:
estando dispersas ya me clavas hondo
y no he podido ser la misma desde entonces.

No quisiera saber lo que de mí sería
si reuniera las piezas
y las pusiera, una vez más,
en la arena de mi boca.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Disparidades (I-III)

I

Blanca es la nada
la luz de neón
desplazándose en el óleo de un vientre azulado.

Fuimos inasequibles.
Toma mi ancho brazo
para cruzar el mar del pernoctaje sonámbulo.


II

No hace falta un haikú de medianoche:
el viento sopla gélido
las campanas permanecen inmóviles.
Hay vida detrás del paisaje con la sierra gélida.

Aquí, no.


III

Quiero un andamiaje de besos.
Úrgeme la turgencia encarnada
en los ojos únicos
de la noche única
de mi vida multiplicada en el desencanto.

Las llamadas ocurren.
Las respuestas juegan a la ruleta rusa.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Calle ancha

Una calle ancha se atavía
de gente en el letargo.
Tum-tum
es el latir de mi sitio
la gente que come prójimo
o no tiene vestido,
un azul chocando contra el amarillo
sólo por hoy
o por esta mancha-ciudad.

Duerme, ¿qué sueña
la gente
vestida de ayeres
un recuerdo de cinemas
palomitas o bailes en pensiones
casas de jubilados
o escuelas que fueron hogar?

Ya ni las compras saben a verso en hemistiquio.
Algo se ha ido,
algo nos impacta fuerte,
la voz del ciudadano transformado
en algo así como muñeco de pilas y luces multicolor cuando camina

por la calle ancha
-click, la foto para el pasaporte-
la que se enjuta con la misma gracia
del atardecer que no parió un poema
sino esta reflexión en semiverso.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Y que un beso te envuelva el alma

Y que un beso te envuelva el alma
ojos
mar del cerezo en mi piel de primavera eterna
que aún me palpitas como hace tantos días.

Que te envuelva a la distancia
como cantando colibríes a la luna
desde tu cama
llenando el hueco que retumba en mí
pues eres el único entre las sombras
que le da luz a mi peregrinar.

Y que un beso te envuelva el alma
ojos
mientras tu azul dormido vigila
el insomnio procurado por la espera
de ver otro día
para hablarte piel a piel
de aquello que nos resta
para crear de nuevo al mundo.

Herida y ofensa

Flores sombrías se dispersan
en el filo de la espada húmeda y roja
sorda
lejana
brutal
de la boca.

Cuando lo sagrado es muerto
a mano de cemento
y grava en la boca,
imposible es recordar la inocencia
ni la fragilidad del amor universal
musicalizando el aire que espera ser oído.

Alguien que merodea este espacio
ha roto la ley divina de la armonía.
Alguien olvidó la ley primera.
Alguien ha escupido ira
a la estructura etérea del tiempo
en manos libres y llenas.

Se ha roto una ley más, inmensa
divina:
deja de doler la herida primera.
Es la ofensa
la que rebasa el umbral del dolor.
[Porque se sabe que duele más
el ofender al sentido único de lo universal en el amor
que recibir una herida
de la materialización de lo no sagrado].

Llueven estrellas rotas en la lengua aún afilada.
Se muere otro poco del sentido de dios en los ojos de un ser amado
cuando se ha combatido sin sentido ni fin.