domingo, 5 de diciembre de 2010

Herida y ofensa

Flores sombrías se dispersan
en el filo de la espada húmeda y roja
sorda
lejana
brutal
de la boca.

Cuando lo sagrado es muerto
a mano de cemento
y grava en la boca,
imposible es recordar la inocencia
ni la fragilidad del amor universal
musicalizando el aire que espera ser oído.

Alguien que merodea este espacio
ha roto la ley divina de la armonía.
Alguien olvidó la ley primera.
Alguien ha escupido ira
a la estructura etérea del tiempo
en manos libres y llenas.

Se ha roto una ley más, inmensa
divina:
deja de doler la herida primera.
Es la ofensa
la que rebasa el umbral del dolor.
[Porque se sabe que duele más
el ofender al sentido único de lo universal en el amor
que recibir una herida
de la materialización de lo no sagrado].

Llueven estrellas rotas en la lengua aún afilada.
Se muere otro poco del sentido de dios en los ojos de un ser amado
cuando se ha combatido sin sentido ni fin.

1 comentario:

Javier F. Noya dijo...

Esa lengua que te ha dañado...No hay herida que no sane, o te mata. Texto dolido, se percibe. Besos.