El sonido de lo desconocido
me despierta.
Hay ángeles cantando en mi espacio
y no son como los de la Biblia.
Mente indefinida y punto gris, aquí hay un amor
tan infinito,
que lo único que hago es cerrar mis llagas.
Por favor, piensa,
podrías atrapar la delicadeza del aroma de sus notas
sembrarlas en la tierra,
esperar el milagro de la resurrección humana.
Ego, cállate y muérete un instante.
Aquella megainteligencia ya existe.
Yo sólo quiero abarcar la música sideral con una sola palabra.
La fragilidad del metal luminoso
jamás había resonado tanto
en mis oídos
ahora hipersaturados de tanta luz melódica.
La luz también se escucha.
La luz también tiene notas.
La luz es un túnel
por el que resuenan lo divino e inexpresable.
Lo inabarcable en cualquier texto
en cualquier cuento
en cualquier poema.
Ojalá pudiera nombrarte.
Se conforma mi cuerpo pesado
con contemplar la posibilidad
de un más allá
exento de toda amargura
antes de que termine
lo que nunca tiene fin.
Y sólo fueron cinco minutos tierra.
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1 comentario:
Un periplo auditivo que desnudó la fragilidad del resto de los sentidos...No hay muerte, es cierto, sólo olvido.
Me gustó mucho este poema. Besos.
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