martes, 28 de septiembre de 2010

A una ciudad

Turgente luz encarnada
en la grandeza de los callejones.
Eres un beso sin despedida
a la humedad de sus paredes fusionado.

Mágicas secuencias virginales
de un inconsciente colectivo trabajando a destajo.
Por ti la ropa;
contigo, el contagio cinemático o virtual
de una flor abriéndose,
reina polícroma en el fango.

Mírame/
-abrázame-
Óyeme/
-desplázate bajo mis pies-
Alcánzame/
-fabrícame un film interminable-
Abárcame un segundo luz.

De la misma forma en que yo venero
tu sepia bendita
tu olor indulgente
esta rabia no escrita
por aferrarte a mis caderas,
mujer inmensa y silente.

Dejo de humildad en la entropía a través de la historia.
Punto rojo y torbellino
en los cúmulos de años sin luz.
Canto de alhajero de la postguerra.
Eco e himno de quien no recuerda
haber sido también mi hermano.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Calles frutales

Tengo entre las piernas una esfera.
Yo paro el mundo para dártelo,
nuevo, libre de máculas,
austero
-cántale una canción por mí-.

Silencio, arrullan los orgullos de esta noche negra:
habrás pensado marcharte
-abandonar tu olor iracundo en mi piel-.

Yo, que no sé por tí ni contigo rabiarme,
hago mutis y le danzo de tus vilezas al calor.

Puedo morir de pie y girando
mientras la muerte en decibeles
de un piano la vida me arrebata.

O por qué si no
las calles entonces son frutales
apenas el otoño irrefrenablemente las abarca
vistiéndolas de añiles sitios no mortales
a las tres.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Eco

Un eco en la piel traza el sonido
quedamos en hueco, yo y la que se refleja en tu rostro,
espejo tibio sin pared.

Deseo ver otra cosa que no sea
el desparpajo de los no amigos,
arañar sus máscaras,
protegerme de todo cuanto yo amé.

Porque, ¡ay!, si yo contara lo que vivo y veo
no me bastaría el cielo para llenarlo.
Sólo sé que alguien me usó
en muchos sentidos
y con todos sus múltiples nombres.

Pudo ser Dios.
No, no pudo serlo.

Él no tiene tanto tiempo
para dedicárselo a eso que digo llamarme
como me dicen los extraños.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Éxodo

Ya nos vamos:
mire cómo se borra lo indecible.
Escuche cómo se expande lo contrito.

No hay magia sin fe.

No hay religión sin un beso.

No hay angustia sin alguna realidad perfectible.


Ya nos vamos.

Si desea burlarse del tiempo a contratiempo de esta mujer,
de su caótica belleza
o de su desenfrenada entrega semimaniática;
si desea guarecerse de lo que a otros no se les puede decir
o desea confesarse humanamente sensible y harto del mundo;
si simplemente tiene ganas de ser usted mismo,
llámela a su casa.

Ella siempre le contestará:
el falso orgullo es para las Barbies.

Amor Universal es lo único que flota en su casa con olor
a fresas persas de otra época, provenientes de un dulce mundo paralelo.

Merengue agrio

El olvido no es la omisión,
es el fardo que resulta de ella.

Gracias por el regalo en gramos
que me das en cada capítulo nocturno.
Quiero contarte
que su peso no se carga en mi espalda,
el peso de su peso no es nada,
un peso ahora es nada hasta en los estanquillos.

Con decirte
que con este peso no alcanzo a comprarme de nuevo
el silencio del cosmos que tanto amo
para poder oír tus mudas pestañas.
No.

Me dedico a comprar a plazos el estatus reincidente
adquirido por motivos de aire
y costumbres medievales,
hemipléjicas,
hijas de un oscurantismo del cortejo en tiempos de entregar el vacío
(empezando por la sinceridad de la soledad de todos los tiempos juntos,
de toda la sola humanidad,
apelmazados en esta época,
continuando con la desesperanza del norte
que en mi carta electrónica la otra vez te hablaba,
y terminando con este merengue agrio
que se junta en los confines
de algo que se llama amor
y no tiene nada que ver con cogimientos, transacciones,
favores, obsesiones,
limitaciones, o "cositas de nada").

A esta hora,
yo desfalco mi cuenta bancaria de contraluces.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Haikú de medianoche

Yo no quiero ser un haikú de medianoche
ni la medianoche misma, siquiera.

Poesía de largo aliento,
novela de trescientas páginas en tu buró,
tampoco.

Soy franca y no muy perifrástica:
me acomoda más el estatus de mujer viva,
rosa ígnea,
rudeza escrita para saber morir de pie.

martes, 7 de septiembre de 2010

A una princesita

Cuántos pasajes he olvidado en mi maleta trendy
sólo para acallar a los adultos.
Dejé a mi morral hará unos días cósmicos,
desde entonces todo ha sido como ver trenes en desbandada.

Hoy te grité,
exageré la voz e irrumpí tu frágil silueta de niña silente
vanidosa
el futuro provechoso por delante.

A tu edad yo era una pobre rana.
Por eso no entiendo de maquillajes a deshoras
ni de príncipes sapos impacientes afuera del salón.

Daría lo que tengo
-papeles, niña, demasiados papeles,
una hora menos un cuarto de inteligencia sin distractores virtuales
y la enciclopedia instalada para momentos de emergencia
que no son como los de los escenarios grises de tu juventud
(ni de la decadente mía)
y que te aseguro no servirá para una maldita gracia-
por regresar el momento
pintarte la uña del índice yo misma
con el esmero de la madre que nunca seré
y el amor que dejo en los baches que siempre olvido
porque estoy muerta y los muertos no tenemos memoria de corto plazo.

Pero el hubiera, decía una abuela que me inventé a falta de una cierta,
es tiempo pendejo.
Yo sólo te invito a volar con la paz de tus días, princesita,
te escapes del escenario que otra inteligencia, más lenta y troglodita,
fabricó y no tienes por qué vivir.

Viaja en los saleros de plástico,
ríete del origen de las cosas y sus caos,
péinate con nubes y tómate una fotografía a diario.
Quédate joven, niña,
no avances
no me escuches
no te amargues.

Sólo dormida en una realidad pacífica y de anís
se pueden alcanzar los estadíos de la fe que yo ya tengo perdidos.

Hit

Las frases cortas son el hit de nuestros días:
ahí cabe perfectamente la crueldad literaria
y nadie debe morir de amargura, porque se trata de jugar a ser Hércules, no bufón.

La vanidad ahora viene en un kit de 4x2 pulgadas
que no siempre se digna a salir de la cajita
pero exigirá un sentimiento empático y total, destinado a ser olvidado en un lapso de luz...

Se le olvida a mi poesía
que yo soy postmodernista y no debo buscar amor.
No debo dar amor,
no debo escribir la palabra amor
-tan universal, incomprendida y temida-.

Pero es que yo no escribo para ser amada ni feliz
sino porque yo no soy yo si no me lo escribo en la cara,
con todo el tiempo que me comparte la soledad de este mundo.

Fragilidad

La marcha de los pies desnudos entre los cardos inicia:
yo veo cómo nos la parten
ellos vendrán a mí con laureles secos para darme la victoria.

La fragilidad no es para quien la escriba,
sino para aquél que sepa llorar
en la soledad indicada, en el momento adecuado.

Cáeseme el alma hasta las rodillas.
Confesión número uno.

No duermo pensando en todo y en nada,
reformulación de una verdad sabida.

Ya no te sueño

No pregunto ya por qué nuestro todo se ha ido.
Se trata de no extrañar, de mentir la alegría
mientras se pisan los cardos
los pies desnudos,
la dignidad marchita.
Este orgullo febril que siempre pierde al arder
y no sucumbe porque ya está muerto.

Algunas veces me pregunto
qué habría sido de nosotros un día cualquiera,
caminar las plazas de los pueblos con hambre de nuestro sueño empedrado,
besar el suelo a la fuerza
y después irnos a la cama.

Sólo un páramo se me dibuja en la cabeza.

Ya no te sueño,
es cierto.
Y si lo hago, me meto a bañar para lavarme las impurezas.
Tú no resucitaste al tercer día
tras la caída de esta hoja con cantos del marrakesh insertos.

Eso también lo es.
(A lo mejor fue eso).

En fin, que no se cuenta mucho desde lo magro.

Pero no estamos ya para varianzas
y la moda es estar cada quién por su lado:
mi piel ahora arremete y conoce al cien por ciento
el sabor de la libertad
y es verdad que no sabe a tus cenizas:
mi mente ahora capta lo que no fue la felicidad
y desecha los momentos luminosos imaginarios
mientras me atraganto de plúmbagos de olvido.

Los demás días el sabor a la novedad es una esperanza
al postmodernismo personificado
en las calles de mi ciudad cansada de mí misma;
la gallardía de los que no son como tú
y me llaman Su Majestad,
pese a que mi reino es una leve locura.

viernes, 3 de septiembre de 2010

La cosa es no volar

La cosa es no volar,
fabricar armamentos de luz
y quedarse terco, la alacena de besos repleta,
tierno, un pie entre la plomiza arena de un mar bermejo.

Qué podría hacerse, si no,
enmedio de tanto merecimiento al calce de la piel
y tanta urgencia de erosionar los males adyacentes
a las rocas calizas de la sociedad y lo ordinario.

La cosa es no volar y sentir que uno está en el cielo.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Nunca sentí a un padre nocturno.
Acabo de descubrirlo esta noche
entre las curvas asfálticas con nombre
de un forzado mártir contemporáneo nacional.

Diario de una ambiciosa

Arribar cuando a uno le plazca.
Desmembrar una estrellita underground a la hora de la cena.
Adoptar el fruto de la historia con la entrepierna.
Mirar dos caminos sin bifurcarse una la gloria.
Besar a deseo y a ternura por su nombre.

Las cinco puntas zen de mi loto ya son poco.
Yo quiero más.
Látigo sideral.
Yo quiero más,
refugio del sol.

Más. Más. Más.

La negrura de selva urbana que te avanza el labio en mi diario sin candado.
Tu olvido vuelto esclavo y lazarillo de mi ceguera.
Tu abrazo de salmón en mi vestido de bolas café.
Un rizo tuyo entre los míos y en mi ropa recién lavada, un día cualquiera.
Tu cuerpo en mi alacena
o tu derrota dentro de mi alcancía sui géneris, volcánica, total.

Bien dicen que querer no cuesta nada.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Bajo verano

Los témpanos se engendran en el bajo verano.
Se distienden por mi cabello,
lloran la luz del primero de los meses de la familia Bre.
Y son cuatro, pero parecieran nunca perecer.

Todos cantan.
Ha nacido una vez más el fenómeno del caleidoscopio.

Los he nombrado mis amores de fijo
sin sentir cosquillas en el vientre.

Ojalá quisieran volverse haikús de medianoche.

Helio

A este largo camino de sol, la tierra lo pulsa con helio
todos estamos llamados a ser atravesados por la luz de la vida y de la muerte.

No es el pasado, aquello que arrastra sangre cristalina por la cara.
Tampoco son los nombres.

Yo tengo ganas de volar muy lejos.