No pregunto ya por qué nuestro todo se ha ido.
Se trata de no extrañar, de mentir la alegría
mientras se pisan los cardos
los pies desnudos,
la dignidad marchita.
Este orgullo febril que siempre pierde al arder
y no sucumbe porque ya está muerto.
Algunas veces me pregunto
qué habría sido de nosotros un día cualquiera,
caminar las plazas de los pueblos con hambre de nuestro sueño empedrado,
besar el suelo a la fuerza
y después irnos a la cama.
Sólo un páramo se me dibuja en la cabeza.
Ya no te sueño,
es cierto.
Y si lo hago, me meto a bañar para lavarme las impurezas.
Tú no resucitaste al tercer día
tras la caída de esta hoja con cantos del marrakesh insertos.
Eso también lo es.
(A lo mejor fue eso).
En fin, que no se cuenta mucho desde lo magro.
Pero no estamos ya para varianzas
y la moda es estar cada quién por su lado:
mi piel ahora arremete y conoce al cien por ciento
el sabor de la libertad
y es verdad que no sabe a tus cenizas:
mi mente ahora capta lo que no fue la felicidad
y desecha los momentos luminosos imaginarios
mientras me atraganto de plúmbagos de olvido.
Los demás días el sabor a la novedad es una esperanza
al postmodernismo personificado
en las calles de mi ciudad cansada de mí misma;
la gallardía de los que no son como tú
y me llaman Su Majestad,
pese a que mi reino es una leve locura.
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1 comentario:
Mar!!!
Buenísimo este escrito, me movió todo mi ser interior.
Me siento muy contento de saber a donde regresar a leer cosas buenas cuando todo parece irse degradando en esta maraña de unos y ceros.
Te mando un gran abrazo :)
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