miércoles, 22 de septiembre de 2010

Eco

Un eco en la piel traza el sonido
quedamos en hueco, yo y la que se refleja en tu rostro,
espejo tibio sin pared.

Deseo ver otra cosa que no sea
el desparpajo de los no amigos,
arañar sus máscaras,
protegerme de todo cuanto yo amé.

Porque, ¡ay!, si yo contara lo que vivo y veo
no me bastaría el cielo para llenarlo.
Sólo sé que alguien me usó
en muchos sentidos
y con todos sus múltiples nombres.

Pudo ser Dios.
No, no pudo serlo.

Él no tiene tanto tiempo
para dedicárselo a eso que digo llamarme
como me dicen los extraños.

1 comentario:

Javier F. Noya dijo...

Bella perspectiva existencial. Quizá haya que matar a dios y a todos los que en él se apoyan para justificar sus miserias. Bella también esa forma de discriminar lo que uno es: lo que siente de sí y lo que refractan los otros de uno mismo, incluido en nombre propio que lo has puesto en lo ajeno. Muy bello. Besos.