Los témpanos se engendran en el bajo verano.
Se distienden por mi cabello,
lloran la luz del primero de los meses de la familia Bre.
Y son cuatro, pero parecieran nunca perecer.
Todos cantan.
Ha nacido una vez más el fenómeno del caleidoscopio.
Los he nombrado mis amores de fijo
sin sentir cosquillas en el vientre.
Ojalá quisieran volverse haikús de medianoche.
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1 comentario:
Difícil que su críptica armonía se convierta, de repente, en complaciente síntesis al traspasar la frontera de un día para continuar en el otro. Se colige que seguirán atrayéndote uno y todos a la vez. Saludos con una profundidad siete veces mayor que su palabra.
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