La marcha de los pies desnudos entre los cardos inicia:
yo veo cómo nos la parten
ellos vendrán a mí con laureles secos para darme la victoria.
La fragilidad no es para quien la escriba,
sino para aquél que sepa llorar
en la soledad indicada, en el momento adecuado.
Cáeseme el alma hasta las rodillas.
Confesión número uno.
No duermo pensando en todo y en nada,
reformulación de una verdad sabida.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario