jueves, 9 de septiembre de 2010

Merengue agrio

El olvido no es la omisión,
es el fardo que resulta de ella.

Gracias por el regalo en gramos
que me das en cada capítulo nocturno.
Quiero contarte
que su peso no se carga en mi espalda,
el peso de su peso no es nada,
un peso ahora es nada hasta en los estanquillos.

Con decirte
que con este peso no alcanzo a comprarme de nuevo
el silencio del cosmos que tanto amo
para poder oír tus mudas pestañas.
No.

Me dedico a comprar a plazos el estatus reincidente
adquirido por motivos de aire
y costumbres medievales,
hemipléjicas,
hijas de un oscurantismo del cortejo en tiempos de entregar el vacío
(empezando por la sinceridad de la soledad de todos los tiempos juntos,
de toda la sola humanidad,
apelmazados en esta época,
continuando con la desesperanza del norte
que en mi carta electrónica la otra vez te hablaba,
y terminando con este merengue agrio
que se junta en los confines
de algo que se llama amor
y no tiene nada que ver con cogimientos, transacciones,
favores, obsesiones,
limitaciones, o "cositas de nada").

A esta hora,
yo desfalco mi cuenta bancaria de contraluces.

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