martes, 28 de septiembre de 2010

A una ciudad

Turgente luz encarnada
en la grandeza de los callejones.
Eres un beso sin despedida
a la humedad de sus paredes fusionado.

Mágicas secuencias virginales
de un inconsciente colectivo trabajando a destajo.
Por ti la ropa;
contigo, el contagio cinemático o virtual
de una flor abriéndose,
reina polícroma en el fango.

Mírame/
-abrázame-
Óyeme/
-desplázate bajo mis pies-
Alcánzame/
-fabrícame un film interminable-
Abárcame un segundo luz.

De la misma forma en que yo venero
tu sepia bendita
tu olor indulgente
esta rabia no escrita
por aferrarte a mis caderas,
mujer inmensa y silente.

Dejo de humildad en la entropía a través de la historia.
Punto rojo y torbellino
en los cúmulos de años sin luz.
Canto de alhajero de la postguerra.
Eco e himno de quien no recuerda
haber sido también mi hermano.

2 comentarios:

Javier F. Noya dijo...

Una ciudad que te ha enamorado y apresado. Poesía que evoca esa magia siniestra de los lugares sin terminar de ser y que, paradojalmente, han sido y lo serán como de lugar. Pintaste paisajes nocturnos que me gustan mucho, así que no sé si este elogio es objetivo y está plagado de la miope perspectiva del comensal satisfecho. En fin, vale la pena seguir leyendo. Besos.

Javier F. Noya dijo...

Una ciudad que te ha enamorado y apresado. Poesía que evoca esa magia siniestra de los lugares sin terminar de ser y que, paradojalmente, han sido y lo serán como de lugar. Pintaste paisajes nocturnos que me gustan mucho, así que no sé si este elogio es objetivo y está plagado de la miope perspectiva del comensal satisfecho. En fin, vale la pena seguir leyendo. Besos.