Y ahora que estás en mi mente,
amor de piel de niño
mi guerrero de la paz valiente,
proyecto tu silueta
en la pared de mis anhelos
y la dejo ahí por largo rato
y en silencio;
Hasta que tu ternura por mi garganta
baje
hasta que las lágrimas
se vuelvan mi comida, mi vino y mi sal.
Pongo las palmas de mis manos hacia arriba
procuro sentir tu vibra de hombre creyente
en la posibilidad de la abstracción
de los males del planeta
o en la decisión de brincar al vacío
ganchado de los que te seguimos
porque la idea no está tan mal;
Arriba, las estrellas sobre el manto índigo
en el centro, el seno de esta mujer que te sabe
te espera y te ama
especie de pararayos enamorada
recrea la paz de tus ojos.
Luego llora por la existencia
de los milagros
que sólo ha podido reconocer
en tu blanca faz.
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