No me preguntes
qué día es hoy al despertarme
simplemente dime que existes
que dentro de mi cuerpo ardes
que entero eres el beso que me sigue
allá donde mis pulmones respiren
y mis manos el lenguaje del amor te hablen.
Estoy consciente del tiempo
pero, amado mío,
niño guerrero, dulce e inquieto,
arrojé al mar de llanto los relojes con sus minuteros
la misma noche que tus ojos café claro
se cruzaron con los míos negros;
y el punto del no retorno inició
con tu nombre a bordo de mi pecho:
Mi corazón hizo una promesa al tuyo
mientras yo dormía aún
el sueño de los tristes por culpa de los injustos:
me entregaré a tí cada día
hasta que el fragmento de este universo fracase
y los dioses pongan a caminar uno nuevo.
Hay mucho camino por recorrer
aún nos quedan muchos fósforos-días
en la cajetilla de la cama y los te quieros;
hay un sin fin de atardeceres por recorrer
mientras probamos lo salado y lo dulce
de cada centímetro cuadrado de nuestros cuerpos;
hay muchas noches por bailar
y para morir y renacer el uno en el otro
a grito abierto;
y hay muchas mañanas para adorar
la bendición de la luz en nuestros ojos,
símbolo de que a la vida estamos plenamente despiertos.
Así que no me preguntes
qué día es hoy al despertarnos:
es el mismo día de siempre
te lo puede comprobar
la línea que se me escapa de la palma de mis manos
sólo para dar con las tuyas
y decirte que este corazón es tuyo
porque yo, su dueña, le ha pedido que te ame
tanto como yo sé que te amo.
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