jueves, 26 de febrero de 2009

Café con Prometeo

Atiendo al aire
que entra por mis ojos
agarro un puño de tierra
y la someto a la humedad de mi boca.

Esperaba la llegada
de esta noche
mensualidad que alterna mis extravíos
equilibrio que desarma mis desvaríos
suelo seco que impone su cruz
tras los cristales del retrovisor.

Me narro a mí misma
los factores, los axiomas, los sofismas
que delinean mi cara, mi vientre
ese túnel por el que navegan silentes
los afiches de la libertad de mis quince
que afortunadamente no volveré a tener.

Naranjas índigos que ruedan en esta bóveda
magentas en el ocaso de un día
en el que respiras por completar la cuota:
todo es tan perfecto que denota
que a la imperfección juego
porque no quiero desaparecer.

Si me vuelvo perfecta termina el viaje
el silencio se vuelve la respuesta
y la realidad se disuelve en el aire
y por cada cantera que mi cuerpo cante
habrá un guijarro que me sorprenda
con que el hoy ya en realidad es ayer.

De ahí que por cada noción del tiempo
las horas se vayan caminando a sus anchas
no trasciendo porque no entiendo
a quién debo darle el ejemplo
por qué debería yo ecuánime permanecer.

Ya luego me castigo diciendo
que este mundo es para los conejos
saltan y se hacen agujeros donde meter
la cabeza cuando cunda el miedo
se reproducen a mil por hora
y sólo piensan en volverlo a hacer
y no para mí.

La perfección quisiera hallar
si los demás también la buscaran.

No tengo el hilo negro
de las razones por las que el ser humano
agobiado sin sentido se mata
entregándose a la incertidumbre de los designios
de los dioses que ahora
engrosan las filas del insen.

Tengo dos piedras negras que miran
las manos con las que escribo
los días de mi vida
el cuerpo que no está aquí
pero que persiste en la memoria colectiva
una entidad carbónica con nombre de mujer
un librito de filosofía hindú
otro de mantras por si el ocio me hostiga
un calendario, una agenda que desde hace tiempo
ya no respira
y las líneas de mis manos
que me llevan a tientas por el camino que llevo trazado
porque en estos días la reflexión
es parte de lo que para otros no funciona
pero que para el pensador
es el equiparable a volar sin pies.

Hace rato
me tomé un café
con Prometeo
creo que juntos haremos
una asociación universal
de rebeldes sin materialistas sueños
en donde la libertad de ser sea lo primero
y después la autocensura vendrá.

Confucio estaría agradecido
con la disposición a reconocer
que en este vacío sólo habemos moléculas
pero que ninguna tiene cara de verdad.

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