Afuera hay
un nido de cafres
llegué de purito milagro
con el cuello torcido y cansado
de prenderme del volante.
Una nave de propulsión de colores
estaría bien que tuviera
me ahorraría los calorones
y no lloraría porque pienso
que nadie me ve
porque todos los conductores
al frente mantienen la mirada
esperando a que la luz verde
el deseo de presionar el acelerador
les conceda.
Qué cosa es la ciudad ahora
tan llena de gente
tan esquizofrénica
tan como de topos
tan sin tu voz.
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