No se sabrá bien
si la silla o un perfume
o el viento de un aeroplano malhecho
manos de niño
suciedad en gradación al abandono.
No lo sabremos nunca.
Quizá bailaremos junto a la campiña
o frente al mar
y eso quién sabe
y a quién le importaría.
Nunca sabremos del todo
si la felicidad sin rabia
colgada de la patita del conejo rengo
o el dentrífico sabor a estrellas
que dejó de ser limpio
porque pasaron veinticinco años.
No se supo muy bien
ellas durmieron
y luego los treinta
impregnadas de flores y tareas
y un silbido de lluvia
enredaderas muertas.
Nunca se supo si el experimento
o su continente
ahora sólo un diploma para la sociedad de la ciencia.
Y es que en verdad
no se sabrá nunca, querubines
así que la gelatina en el prado
y luego la tormenta.
domingo, 16 de marzo de 2014
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