Amo el cielo tibio
las diletantes flores
amo el arroyo desaparecido
en la instantánea campiña
a tres kilómetros de la nada.
Amo las casas de cantera
sus ladrillos hechos en época de risa y mañana.
Amo la suavidad del estéreo
ejecutando violines
mientras el grafito sobre un papel baila.
Amo el silencio adornado de aves.
Amo el aroma de mi cuerpo
evocando tu rayo fecundo.
Y por eso es que no preciso
mediar palabra con este mundo.
Ámame pues, así, Mi Alma,
que mi universo es tuyo
porque desde tu primavera decembrina
yo vuelvo a ser
este extraño, amante, enamorado canto.
domingo, 2 de marzo de 2014
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