te alocas en mi patio
oyes la llave de la lavadora
y cantas:
No hay por qué temer al viento
niña
azules y malvas son las caricias
de quien te ama.
Tú has conocido mi trayecto.
Tú bien sabes la conmoción que me sumerge
estos días, su cuerpo, las futuras, anheladas horas.
Dame la perpetuidad
no sé cómo
tú sabes cómo.
Fírmale al calce de mi vientre
que su primavera se ha instalado
atemporal
y el amor me ha vencido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario