Estas cortinas que veo
es lo que tú me regalas
para mirar lo que eres
para sentir que no me escuchas nada.
Estar volátil siempre aquí
como esta mañana de martes rosada
significa tanto para los dos:
yo aclaré mis dudas desde que chocaste mi espalda
contra tu osadía:
eras la miel, eras la luz, eras otra vez el día.
Tú juegas a ser el exterminio de mis deudas
con la misma vida,
me sacas el aire, exprimes mi voz.
Contando los años, resulta que el aniversario
es hoy y no más
que cien años de vivirte, en este valle vacío
de tu boca, de tu nombre, de tu ansiedad...
Imponte una vez más, ángel evaporado,
no tienes siquiera qué tentarme
a discutirte tu frenético encanto sobre mí
a pesar de mí, y sobre mi voluntad.
Aún así, casi siento
que te veo volar.
Y hasta me daría gusto:
quiero que mi ser se desvanezca,
saberme acreedora de una liviana paz.
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