Quédate,
no temas.
Que al fin y al cabo
tatuado estás en mis venas
y tu nombre después de tantos años
me nada y me alegra y entristece igual.
Quédate,
no temas.
Que finalmente y cuando se dice uno de todo
hasta la vida renace por sí misma
como broma de alguna misericordiosa reina divina
y sólo para encender las estrellas
que elegí para darte
una noche cualquiera
y por amarte diosa nomás.
martes, 4 de agosto de 2009
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