Este dolor de helio en el lugar
donde me habitan las imágenes
más hermosas
que guardo de ti y tu nombre
-aún sin verlas, aún sin grácil pronunciarte-
me temo muy pronto acabará
con mi voluntad
de convertirme en agua
de Usumacinta o Río Bravo
para volver a ser cometa.
Uno de verdad.
Y no quiero.
La panza revolotea mil mariposas de vuelo extranjero
y los arquetipos de la existencia
poco importan a mis neuronas ya.
Lucho como fuego de reloj boca arriba
tierra agrietada abierta y que ya no respira
emite voces
suerte de espejos tiernos, triturados,
inmolados y convexos
como lo fue este rasgo de piano
convertido en eterno memento
una mentada de raíz contra el cristal.
Inútil es:
Ya sabía yo
que a alguien el favor de guardarte
en mis silencios
le debía desde antes
y no hay vuelta atrás.
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