domingo, 30 de agosto de 2009

Ni siquiera, ay, reclamo.

Aunque su barba sea otoño
yo aún pienso
que la galantería es no ser azul
pero sí una voz fecunda
en sus letras, señor.

No sabe lo que daría
excepto mi alma, esa la tengo para soñarlo a Usted
por entender que me eclipsó los mares
y redescubrí el valor
del amor universal.

Aprender a amar así
suena casi franciscano.
No tengo otra opción...
¿acaso alguien me dio a elegir?

No. Ni siquiera, ay, reclamo.

Debe ser porque entiendo
y casi casi me anticipo
a saber
que también, como los otros, Usted, señor mío, pensará,
que es algo platónico,
y mis faldas no dan más señales
para explicar mi realidad...
A saber,
qué más da.

Me alimento de sus abrazos.
No se imagina la soledad
edad del sol, sol en soledad,
que visita mis arterias carreteras
porque no capto muy bien
qué hago aquí.

Nadie dijo que también debiera reclamar
por qué no bailo como los demás.

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