Cada paso de segundero me señala
lo que debí aprender de ti
sin que lo notaras.
Mañana me paro y fijo mi vista al cielo:
ahí tu ser supremo
me dará cuentas
de lo que en tu cuerpo-cara mundana hay.
Este azote marginado
por la ambrosía de lo sembrado
no resiste la ausencia
pero calla de todo a pesar.
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