Usted dice
que según la hora
es lo que escribimos,
que si es de madrugada
indica que platicamos
con el umbral del tiempo único
escindido en días de calendario,
inicio y fin,
alfa y omega
omega, como la leche que toman en mi casa,
porque tienen más de cuarenta
triglicéridos a la vista,
mi nombre con galletas ensucia el plan.
En fin,
yo le cuento que esta hora
me hermana con el cosmos,
con el regalo de traerlo a Usted a mi puerta
cuando no creía en nada
y lo común se volvió filosofía gracias a su voz.
También la encuentro erótica,
aunque no sepa muy bien de qué se trata
pienso en la apertura de los canales a distancia:
imagino que hay telepatía,
Usted me sigue la línea,
yo le indico cómo bailar este vals sin ton ni son
pero mío, parecido a lo que soy.
Y volviendo al tema,
ese que no debiera temerse, la gente quizá
por eso no se obligue a leer,
Usted dice
que según la hora
es lo que escribimos,
que las mañanas están ocupadas
y que debemos esperar.
Sí, las mañanas se ocupan
de blancas nubes,
y siento que hay cierto parentesco
entre ellas y su barba...
su dios -todos tenemos uno-
es bienvenido en mi pedazo
de cielo azul cambiante,
del blue tristeza
al rose cursilón de una que otra tarde.
Soy mujer, no se olvide
que de vez en cuando me uno a las de mi clan.
Mi cuerda de poeta no poeta se engendra en el sentimiento
raíz profunda, migraña, silencio,
todo lo que requiera vibratos de tambores necios
por definirlo así.
Y las mañanas...
esas son para trabajar y no pensar en el fin del mundo
también son para imaginar
que regresa por aquí.
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