sábado, 15 de agosto de 2009

El permiso

Si me lo permites
le diré a tu otro yo
al que duerme en el sueño
al niño tierno y con miedo a no serlo
al hombre detrás
de la pantalla el i-phone
las chicas lindas y el papel,

Que tiene permiso, que le doy el derecho
y hasta el mandato mío
en este lugar sin cómos ni dóndes
expreso.

De desentramar mi neurosis
cavar
muy despacio
y hondo.

Vigilar que la máscara indiferente
ha muerto y no volverá más.

Hallar el corazón que late profundo
duelo rosa
que teje una soga
para amarrarte a mi pared nocturno-matinal
(yo no sé de horarios,
el tiempo,
qué más da...)
a mi pared hundida, enclavada en la posibilidad.

Verlo bailando en la única posición
del sueño como zona de fuga
entre lo que siento y lo que quizás temes
un lugar donde no hay demonios ni santidad.

Agárralo, tócalo, míralo.
El fardo se vuelve esencia pesada
si permites que eso se vuelva.
No soy nube
pero tampoco yunque
en tu ritual de solitario come embutidos
fabricante de frases
que me arrancan multitudes
y me distraen hasta volver a Ciudad Soledad.

Y así puedes volver cuando quieras.
Pronto, si es preciso.

Al fin que no recordarás nada mañana
un silencio me dispara al alba
y yo vuelvo desde este universo poético
a callar.

No hay comentarios: