Ya está:
tú me hablas al oído
mientras desvistes esta vigilia
de perro del tercer orbe algo hambriento
medio muerto.
Colocas tu labio auricular que ya no usamos
simulando que eres mi eco
un verso en décima cantando en mi seno.
Despacio.
Escribes mis poros como venerando tu pequeño mundo digital.
Me raptas este hueco en la panza
gris panza, frente febril:
yo ya no puedo estirar este horal lleno de basuritas
de recuerdos y llaveritos de deseos pospuestos;
mi voluntad estribaba
en algún día pertenecer al pronombre tú
y aceptarte tus neurosis
y tus malas pasadas
un toque de buena suerte de norteño
en tierras lejanas.
Y mi voluntad está aún enraizada
como no sé qué cuernos parábola de biblia alternativa
o moraleja postmodernista sin fábula
en la necesidad de pedir misericordia
un poquito de consideración
unos googles para mi patio sucio y sin niños-maceta
a todo el plano celeste que reinventé
para ti
a pesar de no tener tu huella en mis manos.
Enraizada como para olvidarme
este concepto desgastado
que no me va jugar
que no nos va jugar a los dos
y ser menos tigresa y más gata mansa
y ser menos eclipse y más luna blanca
para decirte que ciento cincuenta días
de hacerle al cuento
no me bastan
para decir que es suficiente
de todo este caparazón
tuyo y mío
y más bien de los dos.
Y con esa raíz te digo que es cierto
que me olvidé adrede la vida
y el tambor necio
en tu cajón.
jueves, 13 de agosto de 2009
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