Tal vez si el dedo que anula
la cordillera americana,
son hombres cafés, señor,
no montañas,
son sus mujeres y sus tetas
son los niños, son la aridez y la yerba,
apuntara al otro lado de la luna
tal vez el horror sería una catapulta
y todo lo que es bueno rescatar
perduraría como las flores de los cantos aztecas.
He dicho, no sé qué dije
terminé expulsando mi decepción
frente a sus rostros
yo y mi boca, mi cerebro es mi yo
la sinapsis a veces te da un puente al abismo.
He dicho, no sé qué dije
dicho el verbo a veces la palabra se difumina
todo tendría que ser acción
y yo aún no entiendo a estos amores
que me traen de corbata.
Si tan solo el dedo que apunta lejano
el fin del mundo
llegara y se llevara lo que no es de aquí
tal vez yo me atrevería a escribirle en serio,
decirle que no soy corazón de hotel
como dice mi madre,
más bien tiendo a amar la virtud.
Soy afortunada y ambiciosa:
cuanta más virtud conozco, más me olvido
de los yang de mi pasado.
Bienvenido sea Usted
bajo esta noche con Marte bailando y apareándose
con la Luna.
Nota a la futura edición:
Cuando hablé de un rescate de las cosas buenas
me refería a sentir la capacidad
de ver al mundo desmoronarse
y -egóica o felizmente, no lo sé
y no me despego de cierta culpa-
sentir que puedo aún sentir
amor.
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