viernes, 14 de agosto de 2009

Vida in vitro (la poesía no da para más)

Pues bien yo necesito
decirle que lo siento
decirle que adoro su pensamiento
héroe bajito de inmensa luz de corazón;
que es mucho lo que imploro
dejar de ser tan rara cuando le expreso a coro
mi más sentida admiración
(y mi más sentido respeto
a pesar de conocerlo recién hace cuatro días
y en medio de esta bachienta ciudad...).


Odio las máscaras,
no me gustan los epigramas
ni los patrones que no me encajan
-como los pantalones y las faldas
de marca-
a pesar de ser de la misma raza
de todos los que sus ojos pequeñitos miran
con la grandeza de quien el tratado marxista
hegeliano y esteticista
se ha tragado ya.

Soy torpe a la hora de platicar
mis nexos con el más allá
que es en su caso el pan de cada día.
Ocurre
que me vuelvo gansito marinela
plática tardía,
encogimiento de hombros,
cara divorciada de efectos musculares
tendientes a querer ser niña
para esconderse en un recado cuadriculado
y olvidar la intelectual que vengo cargando
desde hace muchos años ya.

Lo sigo. Lo observo.
Ayer me miró contento.
Esta tarde fue plomiza su poesía
y hasta pudiera decir que su firma
trae todo el ártico y su azul glacial.

Quizás fue mi pregunta tonta
de saber si usted veía a Paz
como un falaz de las nuevas formas.
O que hablo mucho de la nada sideral
(esa rebanada del pastel que a mí degustar me toca)
que mi poesía le ha parecido rosa
-pero es que sólo una rumana
atinó que en el rosa
disfrazo mi luto de mujer perpetuamente sola-
o que dije aspaventosamente su frase
y entre cuates y a espaldas suyas
"la poesía no da para más".

Chance y sea que me río de los problemas
que me encajan como ningún cuerpo
en esta triste y atisbal hoguera de salto de agua;
o que su complexión chiquita
su voz seductora y su magnética palabra
me hacen confesarle a mi imaginación

que Bunbury le queda corto en lo guapo
y todos los pensadores del mundo le dieron lo mejorcito
suyo
para hacerlo el megahombre pensador
de estatura normal.

Me arrepiento en todo momento
y en todo caso, por supuesto
de haber llegado como veinte años más tarde
al trauma de la escisión de su eco:
Uruguay queda muy lejos
y el hilo de plata que lo une a esa mujer
de caderas anchas y sueños incompletos
(la daga en la pared del afiche revolucionario
tuvo que ver con el genocidio
y el distanciamiento entre su seno y su yang)
se debilita cada día más.

Ofrecerle un páramo de luz
como el que usted ha traído no puedo.
Las estrellas no le lanzo
porque las hizo rebotar desde la zona del tubérculo
hasta el espacio.

Pero sí me doy el derecho de decirle que beso ese pelo
que apagó su negrura
cuando estoicamente
poéticamente,
filosóficamente,
anímica y física-mente
al llorar se puso junto a un prestado volcán.

Que ahora es todo suyo.

Héroes en pares
casi no pasan de doce a cinco
entre los meses ninguno
como lo hace Usted, poeta,
barquita que no se queda quieta
paloma que se estrella grácil como un cometa
frente al destino postmoderno
que es la vida in vitro
y sin cristal.

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