Descubrí que soy pésima
en casos de tráfico frustrado
y cambios de señales
trabajos eternamente mexicanos
y calles que topan
como si fuera el fin del mundo:
Me apodera una ansiedad
no tener la nave de la mujer maravilla...
De niña quería su cuerpo,
de adolescente, su capacidad para no existir.
Ahora solo quiero saber conducir
sin miedo a una llanta ponchada.
Y mientras tanto sonrío:
uno nunca sabe cuándo pueda llegar
el amor de mi vida
(pero por supuesto que esto es una broma
poética, faltaba más: no sonrío,
no me hace falta sonreír plásticamente:
déjenme sonreír con mi alma a esta hora,
mañana vuelvo en ogro a eso de las siete de la tarde).
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