lunes, 24 de agosto de 2009

He ahí que estiro fragmentos buenos

He ahí que estiro fragmentos buenos
para no volar al cielo
investida de estatua en movimiento tres en Si bemol
y embestida de todo este eco a color.

Usted debió ser alquimista
físico nuclear, habitante de la Atlántida,
extraterrestre buena gente,
filósofo de amor y de mar antes
de renacer en poesía.

Y aunque lo tilden de fatalista:

hay más amor en sus líneas
que lo que escribió tanto falso predicador.

Y yo lo abracé para no perder el sentido
de las agujas caóticas
de mi reloj.

La vida vale por estos lapsos de
elíptica sincera a la esencia innombrada
tal vez porque los nombres no se pescan tan fácil en el aire
como Platón lo afirmaba
o simplemente porque rebasa al mismísimo acartonado Dios.

Da igual su origen,
sigue siendo una tangible bendición
en noches de humanidades regresando a la horda.

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