He ahí que estiro fragmentos buenos
para no volar al cielo
investida de estatua en movimiento tres en Si bemol
y embestida de todo este eco a color.
Usted debió ser alquimista
físico nuclear, habitante de la Atlántida,
extraterrestre buena gente,
filósofo de amor y de mar antes
de renacer en poesía.
Y aunque lo tilden de fatalista:
hay más amor en sus líneas
que lo que escribió tanto falso predicador.
Y yo lo abracé para no perder el sentido
de las agujas caóticas
de mi reloj.
La vida vale por estos lapsos de
elíptica sincera a la esencia innombrada
tal vez porque los nombres no se pescan tan fácil en el aire
como Platón lo afirmaba
o simplemente porque rebasa al mismísimo acartonado Dios.
Da igual su origen,
sigue siendo una tangible bendición
en noches de humanidades regresando a la horda.
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