lunes, 10 de agosto de 2009

A un señor

Qué triste se siente, señor,
estar como ausente con sus quince años de más
estar sin sus lentes
estar sin montañas que me ayuden
a entender su guerra y a tocar su faz.

Qué triste se siente, señor,
aprovecharme de la negrura de este cielo
para platicarle de las cosas su estado actual:

Sé que está a un brinco de cruzar
a lo onírico
y yo, señor,
no sabe cuánto me gustaría
convertirme en humo
para atravesar ese umbral
y convertirme en algo digno de soñar
por su piel, por su palpitar.

No sabe qué páramos me fundó
en mi ciudad
cuando cubrió de hielos mis promesas:
hierbas que aún claman ser orquídeas
y mañanas nuevas,
vestidos azules que se fundieran con mi frente estrecha
y su amplio mar.

Y es que por acá está todo tan vacío
que nomás me queda a su sueño
un poema recitar.

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