Y nada:
que este punto de partida
tan feroz como tus garras de sangre
y tu viento de deseo cayendo como estruendo
sobre mi falda
ha sido igual
a la caída
de la bicicleta rosa
que jamás aprendí a usar.
Y todo:
se siente extraño
volver al itinerario de siempre
vagando tus galaxias para no volver
es como nadar sin ropa en la fuente
de la plaza de armas
y sentir que el policía pasa
y eres inmune a su barriga, a sus infracciones
a sus ganas.
Es como cuando al caer
papá no estuvo ahí
y mamá finalmente (y como a tres horas a la distancia)
me libró de pedalear a la fuerza.
Tal como Afrodita
siento hoy -y quizás esté algo ciega e incierta-
me da permiso
de arrojarme los relojes
a un inmenso mar
que no tiene la paz que yo busco
pero que danza conmigo
porque en mi cuerpo encaja
en una perfecta sensualidad sin luz.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario