Me fui caminando la calle
ataviada de farolas cansadas:
más que miedo,
fue tristeza.
De entre todos los que había
tenías que haber faltado
-como en mi tradicional desfile de segundos desfalcados-
tú.
No quería amigos. La oscuridad más temible
es la que brota de la boca del retórico huérfano de sed.
A la noche,
(esta noche, olvídate de las otras)
yo quería salir a pescarte estrellas
con tu nívea ironía de errante marqués.
Y me esperaba mi auto blanco.
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