Recibí tus besos a medianoche;
ninguno nos dijimos nada
(es que tenemos antenas en el corazón
y por eso el sentimiento nos guía)
y los dos supimos que firmé el acuse con mis yemas
de luna llena blanca.
Resulta que ellos tienen magia:
en el lecho se vuelven flores
y en agua saben a limonada.
En la tierra son zapote
y en el viento se dispersan como perfume
a las dos de la mañana.
Recibí tus besos a medianoche
y las espadas de luz invernal
platicaron de días violetas
entre la paz de mis montañas.
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