Le pongo tape a mis dedos para pegarme
todo lo que me da vida;
le pongo tape a mi boca para no hablar de nada
comprometedor en tiempos de no abrir el caparazón.
Jamás le pondría tape al rojo de siempre
mucho menos tapiaría sus ventanas
esas que sueñan lo imposible
a sabiendas del ridículo a distancia.
Eso es sabido hasta la médula en sueños
por cualquier soñador en cualquier día
tan común, soleado o gris, que siempre.
lunes, 18 de enero de 2010
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