Creo en ti, dios,
porque me has dado
un par de ojos para mirar lo que siempre soñé ver
y aún lo sueño.
Se llama como lo nombro
y es mi todo sideral
a pesar de sus defectos
(o quizás por eso).
Creo en tu existencia, dios,
porque la he tocado
en ese ángel de piel áurea y horarios dispares
como esta vigilante de estrellas que ahora te escribe
un saludo para quemarlo con el calor del sol.
Derrito mis palabras en su alma.
Quieras tú que al amanecer le lluevan
estas piritas de besos y no imecas de enorme ciudad.
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