Despégame de tí,
y verás cómo muero;
yo, que sin tus nubes de sueño
y el viento de eucalipto de tu boca
me ahogo entre la humedad
de mi luna llorosa,
yo, la guerrera omnipotente
yacería a la cuenta de cinco.
Me esparcería en cenizas blancas y amarillo tierno.
Despégate de mí,
y verás cómo la aridez
se extiende como sombra de halcón hambriento
yo, que soy más tierra
por ser de barro y cal
y que sabe lo que sabe el sabor de la raíz y el fruto
a partir de tu frente de sol.
Entenderías que soy algo más
que una lágrima perpetua
o una noche de eclipse cada veintitantos años;
árbol no, montaña tampoco.
Diosa, imposible.
Mujer, cosmos magenta,
inmensidad sideral
que abrasza tu esencia
desde siempre
y antes de nacer y de morir
en esta vida.
La misma
que me permite girar
como la bailarina de ballet que nunca fui.
Abro mis brazos etéricos
te regalo toda mi luz.
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