Es un placer saludarte la vida,
hombre-niño guerrero y malcriado.
Sin ti no sabría muy bien
para qué las etiquetas en este absurdo espacio
los tenedores, las corbatas, los zapatos de tacón de aguja
para pasiones despertar.
Tampoco sabría muy bien
a qué viene el Sol con sus ocres en los cabellos árbreos
o la mancha de la luna en tu espalda,
imagen intangible
que me recuerda que estás vivo
y que yo creo en la posibilidad
de la magia azul sideral.
miércoles, 20 de enero de 2010
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