Daría mis uñas a medio crecer
la belleza partida a otros años
más livianos de mi olvidada infancia;
Los zapatos de la mujer exótica
que nunca fui
y los barquitos que me hice
cuando era sola y en vez de mar
había nieve.
Daría todas las cosas
que no aprendí
y uno que otro dominado concepto
que me catapultó al rechazo colectivo;
Mi espíritu libre atado
a los grilletes del mundo cotidiano
y sus lavadoras.
Mis moños de chica cursi
y los colguijes que esconden mi rebeldía.
Daría el número 4 que llevo pegado
a mi nariz, mis pechos y mi casa,
la reminiscencia de la guerra de mi tierra
y la pasividad de mi círculo vial;
El pedazo de anillo del tiempo
del que soy dueña al renacer el día,
las banalidades del pan que no es hostia porque es mi adicción
y los dulces que tengo en mi mesa.
Daría mis planes acomodados en la basura,
la esperanza de panza y en la nevera.
Todas las xóchitles de mi jardín,
todas las fiestas de mis faldas
y el abrazo nocturno que doy a las galaxias;
Mi sentido lúdico
marchando en los pies acariciando horas
sobre la tierra húmeda,
y las manos callando irás de volcán.
Daría mi cara pintada con rastros de mis viejos
y hasta la savia que me resta
a partir de este día y hasta el clásico "the end" que no vuelve más.
Doy todo.
Exijo a cambio
que se cumpla mi deseo
de pensarte esencia, soñarte energía,
sentirte lux.
De verte vida, siempre
y hasta que los mares arrullen mis ojos.
Pues de nada sirven mis ofrendas
a un dios despistado y despiadado
si el sentido que anidas tú
y lo despiertas con tus cuatro puntos incrustados en tu nombre
no existe más.
miércoles, 20 de enero de 2010
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