Creí ser algo más
que un celular mojado:
la chacha que lava la ropa de todos
la moza que friega pisos y guarda el mandado.
Resultó que ayer fui nuevamente
la desobediente rebelde de siempre
el pinto en el arroz
la piedra que cala en el zapato familiar.
La abogada inútil que no percibe doscientos mil al año
(y ni qué decir de los intereses moratorios que debo
por seis años de teoría falsa y formación integral
para decidirme al fin de ser libre
hasta donde mis cuatro paredes violetas
y mi cerebro de hombre con ansias de mujer
me tienen permitido)
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