Hoy pude haber sido devorada
por una camioneta caníbal.
Nunca me opongo a tal osadía,
de algo he de dejar escrito en lápida mi nombre
y para siempre jamás.
El meollo de esto es,
en realidad,
que los monstruos no salen del armario
ni del lago Ness.
Los llevan las camionetas bravías muy dentro;
y esa noción de un no sé qué
se vuelve fuerte ante la imposibilidad
de la abstracción de algo que no sea peligro absurdo.
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