Se me clavó un hoyo negro en la panza
al creer divisar la cochera ausente de tu carro color grafito.
Tengo delirios de grandeza
o espíritu maternal
o dependencia infantil contigo,
mi verdadero padre,
mi guía de Sol y de invierno.
Como si mi persignada fuera a protegerte
de los regios que manejan como imbéciles por el asfalto.
Luego, mis lentes de aro negro
tipo Nana Mouskori
te vieron salir de la puerta.
Y los pinches madres que te digo en silencio
-sabes que soy una neurótica anónima
y como quiera me amas-
regresaron,
sonrientes,
de tenerte aquí,
demonillo de taz mania,
hermano/corazón.
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