Suceder el domingo para acarrear la magia.
Los inestables llorones, como yo,
de casi todo carecen, menos de la varita mágica del sueño
-o en su defecto, de un amor inconmesurable
o una imaginación a prueba de Wii y esas cosas pardas-:
Traeré a mi vida la sonrisa de tu alma que es mi arcoiris
mojaré mis pies en el turquesa de aura que llevas puesto
al despertar.
Y mi problema ciclado de tu eterna ausencia
se habrá resuelto por un acto efímero
de buena voluntad
y mucho más amor.
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