Asomo mi cabeza hacia la blanca ventana:
esta alfombra que pesa hielo, acaricia las dos estrellas de mi pecho.
Tu nombre sucede como rosa invernal abierta de a poco;
el milagro de la resurrección siembra primaveras.
Mis manos siguen preguntando
por qué no puede mi alma engendrarte luz
si fabrico decenas de ellas
cuando recibo el contacto de tu respiración,
cuando oigo la canción que eres para mí
desde tu kilómetro umbilical y lunar
hasta este puerto amarillo sin mar de fondo.
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