sábado, 30 de enero de 2010

Luciérnaga

No fui locutora
ni bajé el abdomen como tú querías.
Jamás usé tu cocinita combo
y aún guardo los juguetes
que cada semana me comprabas
para tapar mi llanto.

Tampoco soy
la mejor de las hijas,
dios me libre que me reconocieras
a mis veintisiete:
no cambié mi léxico
ni mis fachas
ni mi ideología.

No soy el mejor de los ejemplos,
verás,
pero tengo el corazón más honesto
de toda tu estirpe, tu prole y sus ramas.

Y si algo bueno saqué
de tu lado bohemio, papá,
fue que después de todo

me enseñaste a ser libre
dejándome en el desierto:
yo aprendí a caminar sin luz
amparándome en la luciérnaga de tu ausencia...

Y a comer besos de estrella
cada vez que te necesito como cualquier niña
un día lleno de malos momentos.

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