La voluntad se me duerme
cuando abres tus ojos
y pronuncias cualquier palabra
desde tu boca.
Cuando despotricas,
cuando lanzas estrellas a deshoras,
cuando eres huracán infante
y cuando eres senectud en desfase.
El orgullo, su carruaje,
se va cuesta abajo y nada en el abismo.
Yo les digo adiós con pañuelos desechables
la sonrisa amplia
y el corazón más aventado que las pubertas de secundaria
y las piernas temblándome bajo los jeans
después de todo, hay que guardar el recato, niño.
Mi voluntad se duerme,
y no opongo resistencia
y me entrego al ridículo más hermoso
que jamás haya vivido.
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