Unos zapatos rojos
como el carmelo de esta tarde
terregosa y prometedora
la sangre de un cristo
que por las calles del centro
se abandona
y se vuelve luz de farolitos lagañosos
y se vuelve tarde tatemada
transitando desprevenida
por el riachuelo de concreto
y leoncitos que se dan la espalda
caminantes todos de una victoria transitada.
Las semillitas son collares
que pasan por la garganta de quien las compra
y los autos huelen a prisa de primavera
a necesidad de descanso de la monotonía:
sintonicen sus bloqueadores
saquen la testuz cielo afuera
maletas que viajan donde la abuela
ganas inmensas de nadar en la alberca del jardín.
Abril al inicio siempre es el polvo
de lo que fue el invierno
de los expulsados abrojos:
aironazo que da la espalda a lo incierto
puerta de marfil que le abre a Amarylis
los prados totales para desplegar su ser.
Tolvanera insípida que transmite deseos raros
inmunidad a la sapiencia de los ensimismados
totalidad de blancura que insulta
a los que creen que el pasado fue mejor
pero que no respiran por temor al mañana.
Unos zapatos rojos
se abren paso entre los remolinos de tierra de factoría
resuenan como tacones de folklórico
retumban como trueno de Zeus
en el palenque a los gallos
su trueno apostando.
Y se llaman misericordia y libertad.
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