Recogí el fruto de su vientre
y lo colgué de mi cuello
una mañana para ser feliz
y un mediodía para lanzarle besos
a ese ser de cuatro puntos cardinales.
Que me piensen malagradecida
el amor cuando cava hasta tocar el magma
es silencio sacrificado
y es comprensión del que no sabe
que a esas profundidades las larvas no respiran
y que no hay rencores que corroen la sangre.
Tú le sabes su nombre
dile que hasta el ombligo de la luna
le mando
para que lo cuide siempre
a mi único ángel.
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