Déjame explicarte los ríos
y te mostraré a lo que sonaron
nuestros silencios
antes de la palabra
antes del encarnado verbo
antes de la primavera
antes de las canciones
antes de las nubes
y antes de nuestro ser.
Veremos en sendas pupilas
de uno y otro lado de este continente
las aguas de mi norte hecho desierto
las flores maduras que impregnan el atardecer.
No eres mi hermano por descendencia
y sin embargo te abrazo como si lo fueras;
no eres mi hermana de sangre por excelencia
y aún así tus manos tienen tantos dedos
como los tengo yo.
Y porque no tengo nada más que darte
en este domingo plateado
hermano-hermana sin arrova
escribo estas letras a ver si el experimento
funciona:
La soledad es al invierno viejo
que dejamos en los álamos talados
del jardín ventral de mi ciudad
lo que la sonrisa de luz en primavera
cuando los pies de los que caminamos por la tierra
se unen pegaditos para bailar.
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