martes, 28 de abril de 2009

Crónicas de Amor viajante

Caminé Andrómeda abajo
Orión nunca encontré
divisé una tierra blanda en el espacio
como crisantemo en tiempos de mayo
aterricé.

Entré por las rendijas del aire acondicionado
las conversaciones en raras lenguas
y una a una
escuché.

Qué carajos con el miedo
qué visiones oscuras
los humanos adentro
qué caro les sale hacerle monumentos
a la histeria colectiva
a la falta de fe.

Decidí quedarme entre las rayitas de tu mosaico
no soy moho y no soy un beso del diablo
soy una semilla del fruto que no miras
pero te sostiene de pie.

No es adivinanza
alguna vez me cantaste hasta el amanecer.

Amanece
atardece
te desnudo una naranja
en verano,

solto las cabritas por el manto azul índigo
para que no te pierdas
ni te tropieces
cuando no puedas más leer.

Hago temblar la tierra
para que recuerdes que estás vivo
para que sacudas lo que no hay y lo que no fue.

También hago soplar desde el Sahara
las arenas que tapan tus males
y traigo hojas de siete mares
para que odas a tus ojos, tus manos
y tus piernas cansadas
te canten.

Estás lleno de mí
estás llena de mí.

Y todo se detiene como fotografía de National Geographic
y yo siento que soy
lo más importante de sus cruzados mundos.

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